miércoles, 19 de noviembre de 2008


El fanático es Grondona
Análisis de una transmisión histórica del programa Hora Clave







Su programa recién comenzaba y Mariano Grondona se planteó un desafío: ordenar en distintas categorías las actitudes que tuvieron los militares con respecto a la última dictadura, de la que formaron parte.
Entonces, el periodista clasificó a los “cínicos”, que negaban toda participación en hechos delictivos, y a los “arrepentidos”. Pero estas agrupaciones no podían contener al invitado del día, Miguel Etchecolatz, que reconoce su participación en la represión y reivindica las acciones del gobierno de facto. Según Grondona, el ex comisario de la policía podía considerarse un “fanático”.
Para el conductor de Hora Clave, un fanático es la persona que tiene una “actitud dentro del templo religioso que traslada” hacia la vida fuera del templo. Entonces, Miguel Etchecolatz caía en esa descripción ya que había trasladado sus ideas policíacas y personales sobre la concepción y defensa de la “patria”, a la represión de toda la sociedad en el marco de una acción planificada.
El fanático Etchecolatz fue encontrado culpable y condenado por la Justicia, pero Hora Clave le ofreció la posibilidad de jugar a un nuevo juicio. Alfredo Bravo, torturado por el ex comisario durante la dictadura, debió defender sus ideas y su pasado en un show televisivo, donde no importa la verdad sino el escándalo. Grondona ofició de conductor silencioso, acotando poco y actuando como un “juez”. Distintos llamados telefónicos funcionaron como “testigos” y así se terminó de armar la metáfora.
Víctima y acusado se cruzaron y se acusaron en el marco del “como si”, el condicional del juego televisivo y de la verosimilitud ficcional: como si los dos estarían en las mismas circunstancias (solos con su palabra y carisma), como si el conflicto subyacente fuese igual al que tienen dos vedettes porque una le robó la bombacha a la otra, como si la condena a Etchecolatz no existiera, como si la represión y la tortura podrían ser juzgadas con las reglas caprichosas del show.
Grondona extrajo situaciones propias de la Justicia (que conoce muy bien por ser abogado), las trasladó lejos de su contexto, de su templo, y generó una puesta en escena peligrosa. En sus propias palabras, se fanatizó.

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