Pequeña torre de babel

El sol golpea las mesas de la vereda del bar La Biela y un mozo gallego sirve un café con dos galletas y un vasito de agua. Se puede llegar a sentir el paso del tiempo viendo los cuadros del lugar que muestran épocas gloriosas de los años 60. Unos metros más y está la plazoleta Chabuca Granda, cantante y compositora peruana, que, con su nombre, da pluralidad cultural a un lugar de porte muy europeo.
Los caminos angostos del parque llevan a la puerta de la inmaculada basílica “Nuestra Señora del Pilar”, hermosa por donde se la mire, mas en un día soleado como hoy. Un puesto de rosarios y estampitas divide el clero del arte ya que a su lado se ve el Centro Cultural que invita a la gente a ver una muestra de artistas contemporáneos y pinturas de los años 30.
Del otro lado de la basílica está el célebre cementerio acompañado por improvisados guías turísticos que venden por unos pesos, su mapa en inglés. Se escucha, a lo lejos, un cantante de tango, que, por enésima vez ensaya “El Día que me Quieras”, mientras tanto pasan caminando por el largo paredón un grupo de alemanes, españoles, brasileros y chilenos que dan vida a una auténtica torre de babel.
No sólo es historia este lugar, hay personas que forman una atracción nueva, los artesanos. Ellos arman una feria los fines de semana que convoca turistas con el fin comprar collares antes de ir a comer una hamburguesa multinacional en un local de comidas rápidas que está a una cuadra.
La tarde está llegando a su fin, esto da comienzo a los bares nocturnos y boliches que venden alegría, paradójicamente, frente al cementerio. Locos bajitos de 8 años se acercan y obligan amistosamente a los transeúntes, a comprarles las flores que venden frente a un gran complejo de cines y a unos bares temáticos muy norteamericanos.
La Basílica continúa con sus luces encendidas mientras la gente entra a los bares y las parejas caminan por la plaza. Parece otro mundo, otro país; pero es un rincón de Buenos Aires.
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